Un marinero, le prometió a su amada, antes de partir a navegar por aguas desconocidas, que le escribiría una carta por día, contándole lo sucedido en el transcurso de éste. El marinero no sabía con certeza la duración del viaje, pero le dijo que sería breve, y rápido para no dejar a su amada preocupada.
Cada día, cumpliendo su promesa, escribía sus cartas contándole qué había visto, qué había hecho, qué había comido, cómo había dormido, qué había soñado, y siempre le escribía un, 'te echo de menos sirena.' seguido de un 'te quiero.' finalizado con su firma y la fecha del día.
Ella, esperaba cada día en el muelle, a la hora exacta de la llegada de los navíos, por si algún día llegaba él, su marinero, su amor. La espera era larga, pero ella mantenía su particular sonrisa, confiando en que volvería.
Un día, el navío en el que había viajado su amado, llegó inesperadamente, ella estaba ahí, esperandole, con los brazos abiertos, los ojos bañados en lágrimas y su sonrisa en la cara, su bella sonrisa aún permanecía. Cuando de repente, un compañero de su amado se acercó para hablar con ella; un triste momento de silencio bastó para que sus lágrimas cambiasen de ser esperanzadas a ser de tristeza, para que su mirada cambie a distinto parecer, su voz quebrada no podía dirigir una sola respuesta, ni la más mínima palabra, sólo silencio, y que su sonrisa, su bella sonrisa, desvaneció como por arte de magia, su tez se volvió pálida, sin la más mínima expresión. El compañero, después de haber hablado con ella, le dejó una sola carta de su amado.
La mujer, destrozada, llegó a casa, y se tomó su tiempo para dedicárselo a la carta, se tomó su tiempo para parar de llorar, aún caían las lágrimas como el agua en una cascada, cómo las gotas de la lluvia. Abrió despacio la carta, y empezó a leerla, cómo encabezado ponía, 'Princesa, te pido como último favor que leas esta carta atentamente, que la leas en alto, cómo si yo estuviese a tu lado, siénteme, estoy ahí.' Una vez leído éste trozo de la carta, empezó a leerla despacio, en alto, con su voz quebrada.
' Hola sirena, mí Sirenita, espero que estés bien, quiero que sepas que he escrito todas las cartas como bien te prometí, quiero que sepas que no fallé a la promesa que hicimos ese día antes de zarpar en el muelle, quiero que sepas que siempre te tenía en mi memoria, al despertar, al dormir, soñando, navegando, siempre estabas tú como mi pensamiento primordial, cómo mi musa, mí sirena, mí salvación. Quiero que sepas también que, no estaré a tu lado, porque mis días están contados. Quiero que sepas que, no guardé las cartas porque no quiero que sufras por ellas, por cada recuerdo mío, cada palabra salida de mi boca, escrita en cada una de ellas. No quiero que por esta razón llores, estés triste, o cambies de ser, quiero que sigas nadando cómo esa sirena, cómo esa sirena de la que me enamoré, quiero evitar tus lágrimas, no quiero ser un náufrago de ellas, no quiero perderme en ellas, ni quiero que tú te pierdas en la tristeza, en la soledad. Quiero que sigas adelante, quiero que navegues el rumbo de la vida, tu vida. Quiero ser un recuerdo bonito, perderme en tus ojos, navegar tu piel, y descubrir esa sonrisa, tu maravillosa sonrisa. Quiero que continues con tu vida, feliz, hacia delante. Recuerda que siempre estaré a tu lado, puede que no me veas pero mientras nuestro amor siga latente, ahí estaré, siempre.
Amada mía, me dirijo a zarpar a un nuevo destino, espero verte alguna vez, no pronto, pero espero verte. Cómo yo cumplí mi promesa, tú cumple ésta: cada mañana, mírate al espejo, y sonríe, no llores, nunca más, sólo si es de alegría, y quiero que poquito a poquito seas feliz. Prometeme además que mantendrás esa bella sonrisa. Con todo esto, me despido amor, te echaré de menos, de aquí al mar, tu Marinero. Te quiero mucho Sirena.'
La mujer, cambió de aspecto, su mirada retomó sentido, dejó de estar perdida, su piel cogió color, sus lágrimas cambiaron de parecer a ser de felicidad, y su sonrisa, su bella sonrisa, volvió a resurgir cómo un fénix; cómo un arcoiris después de una fuerte lluvia.
Cada día sonreía manteniendo su promesa, y cada día volvía al muelle y se sentaba cada hora, llena de esperanzas viendo como llegaban los demás barcos, esperando que algún día apareciese su marinero, gritando a los cuatro vientos, una vez más 'te quiero sirena.'